El pasado lunes un asesino, ese es su calificativo, no es chico, no es seventeen-year-old-boy, decidió atacar a un grupo de niñas que acudían a una clase de baile de Taylor Swift; no se puede considerar a un asesino siquiera como una persona, pues quien decide arrebatarle la vida a alguien sin mediar palabra, sin tener su propia integridad en peligro, no merece ser calificado de la misma manera que tú o que yo; cuando ese asesino además ha tenido como víctimas a niñas inocentes no deberíamos tener problemas en tratarlo de tal manera que se le despoja de toda condición humana.
El secreto sobre la identidad debido a ser menor de edad no ayudó a las conjeturas sobre quién, si es británico o no, había sido; todo esto es relevante porque, como se empieza a ver en España, la violencia por parte de inmigrantes - personas que reclaman asilo, gente que llega en barcos o incluso segundas/terceras generaciones- está a la orden del día y está además en la estadística; por no olvidar la existencia de patrones a la hora de titular o comentar estos acontecimientos por parte de los medios, en este caso la mención constante a que era un “chico” de gales. Destacar que una vez se hizo pública su identidad, el tono de los medios, generalizo pues no tengo tiempo de leerlos todos aunque, incluyendo la BBC, trata de humanizar a quien no lo merece.
Sumado el acontecimiento y las incógnitas sobre quien había sido, la reacción fue visceral. Protestas en Southport que escalaron hasta derivar en altercados contra la policía y poner cerco a la mezquita local ante la creencia de que el asesino era musulmán.
¿Quién alentó las protestas? Personajes cercanos a la English Defence League, teóricamente desaparecida, y, sin duda alguna, se sumaron personas que están cansadas de ver una constante y creciente inseguridad, unida a una situación económica y social de abandono. Existen dos Inglaterras, la de Londres y el resto; personalmente, he visto poco, muy poco, del resto pero no parece que sea el mismo país que la capital.
El sábado estas protestas se esparcieron a otras zonas del norte del país subiendo además en intensidad y, en base a videos en redes, con respuesta de los atacados que hacen gala de que si hay que responder, ellos van a responder.
Para acabar, hoy domingo, tuvimos la segunda comparecencia de Starmer que, como en la realizada el jueves, no pone el foco en lo que nos ha traído hasta aquí; el relato imperante es que la far-right campa a sus anchas, que no pueden ocasionar desórdenes y destrozos, que tienen que pagar, tienen que ser arrestados los que participaron ya sea en persona u instigadores online. Starmer, como buen liberal (sic) moderno, actúa de la misma manera que Trudeau, si alguien no me apoya sufrirá las consecuencias del estado, el poder no está para proteger, está para controlar; las protestas, como decía antes no está claro quienes las organizan, pero pese a que ha habido casos previos, justo ahora que ha habido un cambio de gobierno se produce una escalada de altercados que además, viendo como va a ser utilizado puede ser todo menos casual, quien sabe, usar un gorrito de plata de vez en cuando es una opción, no la mejor.
Lo que sí está claro es que ha pasado una semana desde que tres familias perdieron a sus pequeñas y otras siete tuvieron que ver como fueron heridas y lo que realmente importa a Starmer y a todo el establishment no es mirar la luna, si no mirar el dedo; usar una tragedia para empezar con una agenda de control no enfrentar un problema que, desde el Brexit, no deja de empeorar; sólo queda esperar y ver que sucede, si esto es un despertar inglés o un momento puntual de amor propio